Ángel Sanz Briz nació en Zaragoza
el 28 de septiembre de 1910. Tras una brillante estancia en el colegio Escuelas
Pías, estudió Derecho y finalizó sus estudios como diplomático, poco antes del
comienzo de la Guerra Civil,
durante la que se alistó como voluntario junto a los rebeldes del general
Franco. Terminada la contienda, fue destinado como hombre de negocios a Egipto
y trasladado en 1942 a
Hungría, país colaborador de la
Alemania nazi.
En 1944, Alemania toma el control
total de Hungría y comienzan los planes de exterminio de los más de 750.000
judíos residentes en ese país. Sanz Briz informa a España de “las monstruosas crueldades” de que es
testigo pero, el gobierno de Franco no le da ninguna respuesta. Por ello,
decide aplicar un decreto de 1924 de Miguel Primo de Rivera, por el que se
concedía la nacionalidad española a todos los descendientes de los judíos
expulsados por los Reyes Católicos en 1492 (sefardíes). Adolf Eichmann,
gobernador nazi de Hungría, se sorprende de la actitud del diplomático español
pero permite la deportación de los 200 sefardíes que vivían en Hungría.
Convencerle le costó a Sanz Briz una importante suma de dinero que pagó de su
propio bolsillo.
Sin embargo, el aragonés otorga cada
uno de esos 200 permisos a familias de 5 ó 6 judíos, emitiendo muchos
salvoconductos falsos y salvando por igual a todos aquellos judíos que no eran
sefardíes. En marzo de 1944, su esposa Adela da a luz al quinto hijo de la
pareja, por lo que obtienen el permiso para regresar a España. Su esposa
regresará pero él se queda en Hungría, para continuar salvando judíos. Con
fondos de la embajada española, alquila once casas enteras, donde los esconde
y, para que no sean registradas por las SS, coloca el letrero “Anejo a la Embajada Española”.
A todos ellos les concede asistencia alimentaria y sanitaria de manera regular.
En noviembre, el gobierno español le ordena que abandone el país pero él
alargará su estancia tres semanas más, hasta que deja a los judíos tutelados
bajo la protección de las tropas aliadas.
A su regreso a España, fue
destinado a Estados Unidos, Perú, Suiza, Francia, Guatemala, Holanda, Bélgica y
China. En 1976, fue destinado a Roma como embajador ante la
Santa Sede, donde falleció el 11 de junio
de 1980.
Su magnífica labor como
diplomático queda acreditada por las numerosas condecoraciones concedidas por
los gobiernos de España, Francia, Guatemala, Holanda, Bélgica, Italia, Perú,
Malta, Hungría y la Santa Sede.
En 1977, la ciudad de Zaragoza lo nombra Hijo Predilecto y, años más tarde, le
erige un monumento en la avenida Cesáreo Alierta; en 1991, Israel le concede el
título de Justo de la
Humanidad y lo coloca en el museo Yad Vashem de Jerusalén,
junto a Oskar Schindler; en 1994, recibe, también a título póstumo, el premio
de El Justicia de Aragón a los Derechos Humanos.
Oskar Schindler es conocido en el
mundo entero gracias a la película de Steven Spielberg “La lista de Schinlder”. En ella, se narra cómo el empresario
alemán salva a 1.200 judíos, convenciendo a las autoridades alemanas de que los
necesitaba para trabajar en sus fábricas. Sin embargo, casi nadie es consciente
de la epopeya Ángel Sanz Briz, aragonés y ex alumno de los Escolapios de
Zaragoza, que arriesgó su vida para salvar la de 5.200 judíos húngaros.
¿Conoceríamos mejor a este diplomático si hubiese nacido en un país anglosajón?
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