Félix Cerrada Martín nació en Hernani
(Gipuzkoa) en 1857. Era hijo del médico aragonés Pedro Cerrada Gajón. La familia
se traslado a Zaragoza en 1863, estudiando el pequeño Félix en el colegio de
las Escuelas Pías.
Estudió Medicina en la Universidad de
Zaragoza, siendo alumno de su padre. Se licenció en 1878 en esta universidad y
se doctoró en 1879 en Madrid. Desarrolló su labor docente en la universidad
zaragozana, como catedrático de Histología y, después, sustituyendo a su padre
en la de Patología General.
Fue secretario de la Facultad de
Medicina y, más tarde, decano y vicerrector de la Universidad de Zaragoza.
También fue presidente del Colegio de Médicos de Zaragoza y de la sección de
Ciencias Naturales del Ateneo de Zaragoza.
Estuvo siempre interesado en las
novedades que desarrollaba la medicina europea, especialmente en los campos de
la fisiopatología, la anatomía patológica y la bacteriología. Estos
conocimientos los difundió en la Universidad de Zaragoza, con publicaciones
como Fundamentos
de la Patogenia. Estudios de Patología General (1889) o Algunas consideraciones
generales de la compensación fisiopatológica (1891).
Fue una persona inquieta y de gran sensibilidad
social, además de estar muy interesado en los problemas sanitarios de Zaragoza,
como demostró en su conferencia El Manicomio de Zaragoza (1887) o en su
obra más importante, La fiebre tifoidea en Zaragoza (1898).
Este interés por la salubridad de Zaragoza le llevó a
entrar en política, siendo alcalde de la ciudad en los años 1905 y1906. En ese
breve periodo, realizó la red de alcantarillado y el sistema de abastecimiento
de agua de la ciudad, para prevenir el tifus. También creó el Cuerpo de
Beneficencia Municipal, inició la repoblación del Cabezo de Buena Vista y se
ocupó de la situación del Hospital General (actualmente Miguel Servet).
Entre 1910 y 1911, fue senador.
Falleció en 1928, siendo muy querido entre los
zaragozanos, que enseguida reclamaron homenajearlo. El Ayuntamiento de Zaragoza
le dedicó la calle que hoy en día lleva su nombre y se inició una suscripción
popular para levantarle un monumento en el Cabezo de Buena Vista.
El 28 de octubre de 1929, se inauguró un busto suyo,
obra de Pascual Salaverri Palacio. Desaparecido en 1934, se realizó una copia
del mismo. Es una de las esculturas de la ciudad que más vandalismo sufre.
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